"Por qué no eres una chica normal", me dices en público al saber que me agradan en sobremanera los días sombríos. Los he elegido porque cuando se dan se presenta también la oportunidad de acurrucarse, disfrutar de una buena conversación acompañada con alguna bebida calentita, la misma que sabe mejor si al mirar por la ventana las gotas de lluvia van cayendo, cómplice de confesiones dolorosas que más tarde se hicieron motivo de alegría.
Debiste preguntar el porqué en lugar de juzgarme por preferir el frío de invierno que la siempre ingrata alegría del verano.
No quieres verme llorar y me pides que golpee tu rostro para menguar tus comentarios orientados al dolor, aquellos que rasgan silenciosamente mis recuerdos. Te miro y no puedo golpearte, a ti no, hecho a sonreír imaginando que ya lo hice y llevas la huella de mi mano estampada como sello de holograma.
Prometes disculparte si me fallaras, sé que no haz de cumplir, tus ojos te delatan como el que se cree poseedor absoluto de la razón. Aún así espero ese llamado con las palabras que terminarán de borrar ese error.
Estás al otro lado de la línea, con el tono de voz agitado,pretendiendo ser amenazante. No te temo, reconozco tu necesidad por verme y, si eso no se puede, por lo menos escucharme. Recuerdo bien las señas que hacías con los dedos para advertirme que estoy bajo tu resguardo, entonces ni ahora hacía falta esa protección, sólo comprensión y confianza.
Nuestra corta relación se ve disuelta por tu carácter impasible, tu negativa para hablar mirándome a los ojos, tu inexperiencia para tratar lo complejo. Desde aquella mañana sólo cumplo mi promesa. No me verás aunque extrañe tu sonrisa y tentativas al corazón.
Debiste preguntar el porqué en lugar de juzgarme por preferir el frío de invierno que la siempre ingrata alegría del verano.
No quieres verme llorar y me pides que golpee tu rostro para menguar tus comentarios orientados al dolor, aquellos que rasgan silenciosamente mis recuerdos. Te miro y no puedo golpearte, a ti no, hecho a sonreír imaginando que ya lo hice y llevas la huella de mi mano estampada como sello de holograma.
Prometes disculparte si me fallaras, sé que no haz de cumplir, tus ojos te delatan como el que se cree poseedor absoluto de la razón. Aún así espero ese llamado con las palabras que terminarán de borrar ese error.
Estás al otro lado de la línea, con el tono de voz agitado,pretendiendo ser amenazante. No te temo, reconozco tu necesidad por verme y, si eso no se puede, por lo menos escucharme. Recuerdo bien las señas que hacías con los dedos para advertirme que estoy bajo tu resguardo, entonces ni ahora hacía falta esa protección, sólo comprensión y confianza.
Nuestra corta relación se ve disuelta por tu carácter impasible, tu negativa para hablar mirándome a los ojos, tu inexperiencia para tratar lo complejo. Desde aquella mañana sólo cumplo mi promesa. No me verás aunque extrañe tu sonrisa y tentativas al corazón.


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