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sábado, julio 30, 2011

18 segundos

Aún si quisiera perderme ahora del mundo, que envuelve todo con su manto gris y asfixiante.  Yo creo que no podría. Ya he perdido al escuchar el cuarto llamado de tu voz diciéndome que existías.

Al primer llamado tuyo me sentí sorprendida, un poco. Se formuló una idea vaga de lo que podría pasar. No es de preocupación (pensé).
Quién no se ha sorprendido al ver a alguien.
En este caso al escucharte.

Al segundo llamado te encontré en soledad, fueron sólo minutos, ni siquiera ello fueron segundos. Lo relacioné con la tristeza, más no era ello sino el día a día.

Ya dentro del mundo fue difícil evadirte. Te metiste con un permiso a medias  a mi entorno. Aquel que pretendí ser sólo mío, pero tú lo cambiaste y ponías todo en duda con preguntas ya contestadas y miradas reiteradas. Sin explicación todavía.

Fue en el tercer llamado que sucedió lo inevitable: La exaltación de mi humor con el ánimo de hacerte retroceder y quizá desaparecer.
Fuiste terco como muchos.

Ya por el cuarto llamado tomaste rutas diferentes propias de tu ser o costumbre.
Fiel a tus modales insististe en saber descortésmente mi destino, más no pudiste.
Tus ojos aún oscuros no te impidieron verme y escucharme.

Tú interés ya se suponía, jamás ibas solo.

Te perdiste.
 Me perdí por cuatro segundos en cada llamado y uno más en sacar tu perfil de Bécquer.
 El último segundo te pertenece.

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