Tal vez no seas cociente del poder e influencia que ejerces en mí, básicamente en mi camino por lograr metas nobles y quizá las innobles también. Beata no soy, tú tampoco lo eres mi fría compañera. Quizá ahi nuestro punto de partida, tengo el ideal mientras tú sostienes el bastón que lo limita.
Ayer, observaba fotografías tuyas y mías, te pasa lo mismo que a mi en las fotos, difícilmente resultas fotogénica en la primera toma.
Hay que verte detenidamente, recorrerte en silencio es lo mejor, sentir como haces tiritar los dientes y cuerpo, escuchar todos tus mensajes en las diferentes formas que tienes de expresarte. Generalmente bulliciosa de día y estremecedora de noche, otras melancólica y en muy escazas oportunidades optimista.
Sin embargo, hoy que te encuentro serena y hasta sencilla de entenderte. Me siento cómplice tuya, llego a creer que me has extrañado porque como nunca no he sentido temor de camimar en tus aceras por tramos largos incluso llevando un equipaje pesado, no he sentido el frío a pesar del cielo gris y el viento ha acariciado mi garganta logrando una voz más nítida para mi pariente madrugador. No has dejado que la viveza negativa impere en tus hijos, sino el buen ánimo y deseo de trabajar honesta y educadamente.
Te has portado como mi hermana más que una madre, te agradezco el detalle de tu recibimiento.
Aquí me tienes para ayudarte a que tus mejores ángulos sean descubiertos, difundidos y valorados por mis ojos y todos mis conocidos.
Gracias Lima.
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